TRUE DETECTIVE, CUARTA TEMPORADA: LA SOLEDAD DE LA NIEVE

Fotograma de la serie (Imagen tomada de internet, fuente: Zenda, revista literaria)

Hoy les voy a hablar del frío. Qué mejor fin de semana que éste, donde todos los tristes mortales nos anclamos al televisor y vemos pasar la vida y la lluvia más allá de nuestras ventanas. Yo he hecho sopa, he releído al gigantesco Luis Mateo Díaz (su trilogía de Celama es un infinito en sí mismo), y me he acordado de la cuarta temporada de la mítica serie “True detective”, sí, sí, aquella serie que nos enseñó que Matthew Maconhaugey (MC a partir de aquí) podía ser un auténtico Marlon Brando filosofando a golpe de cerveza delante de una cámara casera. También estaba el excelente Woody Harrelson, para mí uno de los actores más interesantes de los últimos treinta años, siempre divertido, atrevido, arriesgado (Quentin, para cuándo vas a repescarle). Todos recordamos su intro con esa sintonía tan americana con aroma de blues y country en el mismo vaso, el fuego, la cruz, pufff, yo nunca la pasaba.

Pero centrémonos, estamos en 2024 (aún no me acostumbro), y ahora los agentes de la serie original de Nic Pizzolatto (bueno, el testigo lo ha tomado Issa López, guionista y directora de esta temporada) son dos mujeres, Jodie Foster, la agente Danvers (como la señora Danvers de “Rebeca”, aunque ésta da más miedo), y Kalie Reis, poderosa presencia que interpreta a la agente Navarro. Haré una rápida sinopsis, no quiero aburrir y sí quiero que ustedes mismos descubran. La larga noche invernal cae sobre Ennis, Alaska. Alejados de la escasa civilización del lugar se encuentra la estación ártica Tsalal, donde trabajan seis excéntricos científicos que desaparecen de repente sin dejar rastro. He de confesar que me costó engancharme, pero hacia el capítulo tercero caí rendido. Una de las razones era lo desabrido, lo antipático que resultaba todo. Y contradicciones del ser humano, me acabé enamorando poco a poco de la borde de Jodie Foster, que parece el puto John Wayne en cualquier película de Howard Hawks, o quizás Ethan, ese centauro herido que camina por el desierto de la odisea fordiana. También de Navarro, otra auténtica mula torda, ambas disparan primero y luego se arrepienten, insultan pero nunca se disculpan (disculparse es signo de debilidad diría el duque en Río rojo). Pero es que ambas esconden en su interior una herida íntima que iremos descifrando.

De la trama tampoco voy a hablar, sí reconozco que es un cóctel explosivo de géneros y autores, el terror, la ciencia ficción, o el más oscuro policiaco. En la sombra planea hasta Stephen King, y por supuesto “La Cosa”, de John Carpenter (no destripo nada, pero esa hoguera que reúne en el fuego a Danvers y a Navarro, hará llorar de emoción a más de un fanático de la película de Carpenter). A mí personalmente me gusta mucho el refrito, aunque reconozco que a veces es un poco caótico (como yo).

Asimismo me parece fascinante la forma de introducir en el juego las creencia mágicas de los nativos, sus extraños ritos, el espíritu de la nieve que todo lo ve, para dar una atmósfera de misterio a todo lo que sucede. A Navarro, contrapartida nativa a la “blanca” Danvers, le cuesta reconocer sus raíces, la llamada de lo ancestral, por un miedo familiar, hasta ahí puedo leer. Y aparte de ese sugestivo mundo de fantasmas y de cadáveres sin embalsamar hay crítica social, algo tópica, pero oportuna. El desarrollismo contra la salud y la naturaleza, la cara oculta de la luna, la trastienda del sueño americano. Lejos del astracán de las grandes ciudades y de las luces de neón, el alcohol casero del alambique improvisado seda las voluntades y disipa el espíritu de lucha. Al fin y al cabo, la gente quiere mantener su trabajo, aunque ello suponga caminar como almas perdidas que se pudren al lado de una mina en mitad de la soledad de la nieve. Ya sé que solo se habla de la sociedad, sinceramente no he visto la peli de Bayona pero le deseo lo mejor en los oscar esta noche.

Finalmente me detendré en dos personajes. El primero el interpretado por el siempre inquietante John Hawkes (que por cierto, se marca una canción a solas con su guitarra digna del mejor western, sublime). Los aficionados le recordarán por su papel en la película indie de culto “Marta, Macy, May, Marlene”. Es el padre del joven que ayuda a la inspectora Danvers, defenestrado por un caso anterior, y que mantiene una difícil relación con su hijo. Uno de los personajes más oscuros que he visto en los últimos tiempos, casi terrorífico, pero sin acudir a la truculencia, desde la autenticidad.

El segundo personaje, es el interpretado por la irlandesa Fiona Shaw, una especia de bruja sabia, que a veces parece más un espíritu que un ser humano con sangre en la venas. Vive abstenida de la vida, quizás porque sabe demasiado de la vida, aunque no se priva de sus placeres en la soledad de su existencia hedonista y filosófica. A veces le visita un fantasma, y Navarro la frecuenta como si se tratase de un oráculo luminoso en mitad de la tempestad.

En fin, no me voy a extender más, creo que la acogida de la serie ha sido mala, tampoco he profundizado demasiado en ello. Como tampoco voy a perder mi tiempo en interpretar el sentido del final. Cada uno tiene su ombligo, vean e interpreten, sin más, pero ante todo conecten lo necesario sus mentes, déjense llevar y disfruten del camino. Esta crónica no es exhaustiva (ni lo pretendiera, que diría el gran Camarón), solo expresa mi opinión, que es tan bonita como mi ombligo, y que espero que funcione como pliego de descargo para esta historia tan heladora,tan llena de misterio y de nieve.

Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez

Por cierto, la intro de esta temporada mola también, mucho, mucho…

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